Los profesores innovadores,
creativos y transformadores son noticia de actualidad. Pero no por su
abundancia, sino precisamente por todo lo contrario, por su escasez. Es difícil
encontrar más de un par de ellos en cada centro educativo.
A las cifras me remito; ¿cuántos
profesores recuerdas que dejaron una huella por sus métodos alternativos? Eres
afortunado si al menos puedes nombrar a uno. Pero, si no tienes a ninguno en
mente, el profesor
Cesar Bona podría convertirse en uno de tus referentes. Es el claro es el ejemplo de
educador transformador, comprometido con sus alumnos y con su entorno, en boca
de toda la comunidad educativa por ser unos de los finalistas del
Global Teacher Prize. Sin embargo, la fama
tiene su precio, y parece que ya ha decidido
dejar los escenario de las aulas y
actuar tras el telón.
Todos somos conscientes de que profesores
de este tipo son el ideal educativo al que debería aspirar todo profesional de
la educación, sin embargo, nos cuesta saltar hacia el vacío de la creatividad; no
nos termina de convencer dejar nuestra zona de confort, alzar la vista más allá
del libro de texto y construir nuestro propia comunidad de aprendizaje, sin
editoriales que condicionen y limiten nuestra capacidad de crear conocimiento
colectivo, conectando con las necesidades y aptitudes personales de nuestros
alumnos.
Además, sabemos perfectamente,
que en el caso de que nos lancemos hacia la innovación educativa, el camino no
será fácil; probablemente, en el mejor de los casos, seremos etiquetados de
“raritos” por nuestros propios compañeros; los exámenes internos, las reválidas
y pruebas de acceso a la universidad no serán más que piedras que limitan no
solo nuestra labor docente, si no el propio aprendizaje de los alumnos, el puro
placer de aprender por aprender, sin condicionamientos externos, sin
motivaciones enfocadas a los logros y recompensas ajenas a la propia persona.
Siguiendo con las cifras, demos
un paseo por un instituto convencional, concretamente por la zona oriental de
Cantabria y charlemos con su director y con sus profesores. Nos llama la
atención que, de unos cincuenta docentes, tan sólo uno (del departamento de
lengua) no usa libro de texto en sus clases. En cuanto al resto, más de la
mitad reconoce utilizarlo como “recurso principal” de aula y los demás profesores
lo usan como “apoyo continuo”. Parece que está de moda que incluso en las
asignaturas más prácticas, como tecnología, educación física o música, los alumnos
necesiten un libro de texto. No obstante, lo que nos resulta más curioso, que lo
profesores justifiquen su uso apelando al “apoyo visual y organizativo” que
supone para sus alumnos, ¿acaso la sociedad de la información y del
conocimiento en la que vivimos, la sociedad del “click”, no ofrece otro tipo de
recursos más apropiados y de acceso inmediato para lograr este tipo de apoyo? ¿Realmente
se busca el beneficio del alumno o del propio docente?
Si quieres conocer las experiencias
de más profesores innovadores, no dejes de visitar la web de
Trasteandoenlaescuela, así
como la plataforma
thecapsulated. Y si eres uno de los
pocos especímenes que existen, no dejes de compartir tus prácticas educativas,
a través dichas páginas, tu experiencia puede encender la chispa de la
creatividad en otros profesionales.
Y tú, ¿qué tipo de educador te
consideras? ¿Cuáles son los lastres que hay en tu camino hacía la innovación?