Sin duda, uno de los temas relacionados con la Educación que más debate ha generado en la última década, ha sido la discusión sobre si los deberes que los alumnos se llevan a casa, son necesarios o no. ¿Quién no ha estado a punto de acabar una clase y de repente dice el profe: "Abrid el libro por las páginas 78 y 79, y haced todos los ejercicios para mañana"?
Hay mucho partidario en cada bando, pero al final, se reduce a una decisión de cada docente. Dos son las principales razones de los que están a favor de esta práctica: la falta de tiempo en clase, y la costumbre. En el primer caso, no es nuevo el estrés al que muchos profesores se ven sometidos ante la presión de intentar acabar el libro de texto en el tiempo disponible, por lo que ante una falta del mismo, el recurso es compensar fuera de clase lo que no se ha hecho en ella. La segunda razón tiene que ver más con una cuestión de metodología, ya que sin duda, mandar deberes queda enmarcado en el uso de una metodología tradicional.
Sin embargo, los detractores de esta medida lo tienen claro: mandar tal cantidad de deberes no sirve de nada. Además de ir en contra de cualquier innovación, puede llegar a crear tensiones en casa, ya que suele ser motivo de conflicto en el hogar la realización de los deberes. Por otra parte, es seguir repitiendo de forma continuada lo que se hace en clase, sin aportar nada nuevo. Hay quien asegura, que genera desigualdades sociales, ya que los alumnos con más recursos familiares, tanto de tiempo como económicos, son los que podrán con mayor probabilidad, realizar los deberes, mientras que los que menos recursos disponen, suelen no hacerlos.
Comparto un artículo que publicó El Confidencial sobre el uso de los deberes.
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